Bruno, hoy también estoy aquí por ti.
Descripción de la publicación.
Es domingo 2 de marzo, y escribo estas líneas con el corazón lleno y con alguna lágrima que se ha escapado.
"Iñigo, tú siempre feliz y contento." Eso fue lo último que me dijo Bruno antes de irse al cielo. No lo dijo como un mantra, ni con frases hechas, sino con la certeza de quien deja una última instrucción, con la urgencia de quien sabe que el tiempo se agota. En ese preciso instante, entendí que esas palabras no eran solo un consejo, sino un legado.
Bruno y yo compartimos un camino, uno lleno de curvas, de piedras que parecían insalvables y de noches en las que el amanecer se hacía esperar. Bruno era un tipo terco, de los que siguen adelante incluso cuando todo parece estar en su contra. No porque fuera un héroe, sino porque simplemente no concebía otra opción que seguir. Y lo hacía con una sonrisa, con ese brillo en los ojos que decía, sin decirlo, que la vida merece ser vivida con alegría, incluso en sus momentos más oscuros.
Bruno tropezó muchas veces, pero nunca se quedó en el suelo más de lo necesario. Sabía que cada golpe era una historia y que cada caída traía consigo una lección. A veces, se reía de su propia torpeza; otras, apretaba los dientes y seguía avanzando. Y eso es lo que más admiro de él: su capacidad para encontrar luz donde otros solo veían sombras, para creer en lo que aún no existía y para mantenerse en pie incluso cuando todo parecía desmoronarse. Quizá por eso, cuando llegó su último día, me dejó aquellas palabras como una brújula: "Tú siempre feliz y contento."
Bruno no era invencible. Dudaba, se equivocaba y, en más de una ocasión, pensó en rendirse. Pero siempre encontraba un motivo para seguir, aunque fuera diminuto. Nunca esperó certezas, porque sabía que nunca llegan. Aun así, apostó por un futuro incierto con la convicción de que valía la pena intentarlo. Y lo hacía con esa sonrisa inquebrantable, como si con ella pudiera desafiar al destino y ganarle la partida.
Hoy, en este presente que Bruno no llegó a ver, pero que él ayudó a construir, quiero decirle gracias. Gracias por no bajar los brazos, por no escuchar el ruido de quienes le decían que no valía la pena. Gracias por haberse aferrado a la esperanza, aunque fuera con las uñas. Gracias por enseñarme que, a pesar de todo, una actitud lo cambia todo. "Siempre feliz y contento," ¿verdad, Bruno?
Bruno ya no está, pero su eco sigue resonando en cada decisión, en cada paso que doy. En cada duda que enfrento y cada batalla que elijo pelear. Su historia no quedó atrás, sigue conmigo, en cada vez que miro hacia adelante y me atrevo a creer en lo que aún no existe. Y lo más importante, sigue en cada sonrisa que elijo, en cada vez que decido, contra todo pronóstico, ser feliz y estar contento. No porque sea fácil, sino porque sé que eso es lo que él habría querido.
Así que hoy, por ti, Bruno. Por lo que fuiste, por lo que dejaste y por todo lo que me enseñaste sin siquiera saberlo. Porque si algo me dejaste claro, es que la vida es mejor cuando la vives con una sonrisa.

